Nuestra aventura del 14 de septiembre inició al salir de Caracas, una travesía que pasó muy rápido, casi en un abrir y cerrar de ojos. La vía que tomamos escondía entre sí sus interminables curvas, un paisaje único, tanto que resulta imposible describirlo por medio de las palabras.
Aquel día, el cielo estaba despejado, azulado y con su fiel amigo sol a su lado. Ambos fueron los protagonistas de nuestro viaje, en ese momento creíamos que sería un viaje sin mayores complicaciones, un -ráspalo- como comúnmente solemos decir algunos venezolanos.
Mientras íbamos por el camino apreciando el paisaje y todo a su alrededor, también nos preguntábamos qué nos deparaba en La Colonia Tovar. La información que teníamos era que se iba a hacer una “Romería” y, según nuestras investigaciones, se trataba de un evento en donde una multitud de personas se reúnen para acompañar a un santo o una virgen.
La verdad era que, junto a mi compañera Ari, era la primera vez hacíamos un viaje con tales características. La neblina y el frío de la Colonia Tovar ya nos estaban abrazando, dándonos una señal de que era demasiado tarde para arrepentirnos.
El camino hacia La Colonia Tovar, es bastante peculiar porque hay varios pedazos del recorrido en donde la maleza no te permitía visualizar absolutamente nada de lo que estaba alrededor, pero de repente se dejaba ver un paisaje bastante atractivo.
Y este camino no se recorrió solo, íbamos sobre la Burra gris (camioneta de nuestro Director Ejecutivo) una camioneta muy grande, de hecho en cada curva la carretera se nos hacía angosta, pero gracias a Dios en todo el trayecto estuvimos bien; reímos, hablamos; el señor Robert (Director Ejecutivo) nos contó muchas anécdotas de vida.
Entre curva y curva íbamos llegando a nuestro destino, un poco antes, se suponía que la hora de salida de la Reliquia hacia Costa Maya sería a las 11:30 a.m., pero nosotros llegamos mucho antes de la hora estipulada, así que aprovechamos esos minutos para descansar, estirar nuestras piernas y comer algo.
Fue allí en ese breve descanso, cuando me percaté que había un olor extraño en el ambiente. Se lo comenté al señor Robert y él nos dijo que era por los frenos. Enseguida miré a Ari y entre risas le dije —Tantas curvas y nosotros quemando frenos — haciendo referencia a uno de los tantos piropos populares usados en Caracas.
Volviendo al lugar, el señor Robert, no desaprovechó los 5 minutos porque enseguida fue a comprarse un chocolate caliente, y es totalmente entendible, porque si vas a La Colonia Tovar y no te tomas un chocolate caliente, ¿estás seguro de que fuiste a La Colonia Tovar?
Repentinamente, tanto los seminaristas, como el carmelita comenzaron a montarse en el vehículo que trasladaría la reliquia del beato, desapareciendo de nuestra vista y cogiendo rumbo hacia los lugares que serían visitados. Quien iba detrás del volante era un señor alto y moreno, al rato nos enteramos que se llamaba Franklin, y antes de partir nos dijo —Díganle a Robert que me fui.
Nosotros no entendíamos la situación, aun no era la hora de partida y, además, el señor Robert no terminaba de comprar su chocolate caliente. Estuvimos esperándolo como 10 minutos; 10 minutos que sirvieron para escuchar las campanadas de la Iglesia San Martin de Tours, pero también se convirtieron en tensión cuando apareció el señor Robert y vio que todos se habían marchado.
Al ver la situación nos miró y dijo — ¿Se fueron? pero cómo va a ser, si ni siquiera es la hora. Bueno, será que los alcanzamos — nosotros solo le dimos el recado que Franklin nos había dejado antes de salir a lo que dijo — Berro… Pero Franklin sí es, ni siquiera es la hora.
Decidimos montarnos en la "Burra", para buscar algún rastro que nos ayudara a saber por dónde estaba el vehículo con la reliquia del Beato Dr. José Gregorio Hernández. En el proceso, preguntamos a “Raymundo y todo el mundo”, pero todas las personas a las que le preguntábamos, nos decían que no habían visto nada.
Sin señal del vehículo, sin señal de Franklin y con un Robert muy estresado, seguimos adelante en nuestro camino. Estábamos preocupados, a pesar de que el señor Robert aseguraba conocer el lugar, aunque no era lo debido, pensábamos que si iban camino a Costa Maya, en algún momento lo encontraríamos en la vía.
Pasaron al menos 5 minutos sin tener rastro de nada, ni nadie, así que decidimos volver al pueblo a ver si era que estaban parados por algún sitio. ¡Santo remedio! en lo que vamos llegando, Franklin y una caravana de tres carros más iban saliendo. Un poco molesto y en forma jocosa el señor Robert le dijo a Franklin — Ya te íbamos a dejar. Rapidamente nos unimos a esa caravana y todos juntos emprendimos nuestro rumbo al destino: Costa Maya, un pueblo ubicado en el Estado Aragua.
Decir que el camino era cosa sencilla, sería mentir. Al principio, la vía era totalmente de asfalto, aunque mientras más nos adentrábamos, el asfalto se hacía escaso, y algo que no puede faltar es su encanto principal: las curvas inacabables.
Después de varios minutos en carretera todos nos detuvimos, no entendimos el por qué de esa extraña parada, sin embargo, aprovechamos ese tiempo para comernos unos pancitos que habíamos preparado en la mañana antes de iniciar todo nuestro rumbo. Tiempo más tarde, entendimos que esa parada sirvió para conectarnos con la gente, para ver qué tan devotos eran y para preguntarnos de manera jocosa “¿no va a aparecer más nadie?” es que solo habían dos carros y nosotros, sin contar el vehiculo que llevaba la reliquia.
Pasamos como 5 minutos allí y nuevamente comenzamos a avanzar. La diferencia, esta vez, se centraba en que la vía era tierra, piedras y curvas (cosa que no puede faltar) todos esos elementos se juntaban para formar el resto del camino. Menos mal estábamos en una camioneta enorme, porque creo que de no ser así, no hubiésemos podido atravesar ni la mitad de esa ruta. Ya en el lugar en el que estábamos, la neblina no nos acompañaba. Todo era sol, calor y el respectivo polvo que dejaba la tierra cada vez que un carro pasaba.
En esa carretera improvisada estuvimos al menos 1 hora y 30 minutos, dando saltos por las enormes rocas que teníamos que atravesar. La tierra y el polvero eran quienes mandaban en el lugar, pero había uno que otro paisaje que valían la pena observar.
Nuestra siguiente parada era en la Capilla de Las Luisas. Nuevamente estuvimos mucho antes de la hora esperada, lo que nos permitió ver cómo personas con su camisa blanca se iban acercando con flores silvestres, aunado al hecho de que ya unas cuantas personas tenían horas esperándonos en el lugar.
Pasaron aproximadamente 15 minutos y cuando nos percatamos, se nos habían sumado un montón de personas, yo calculé como 100, pero Ari calculó un poco más. Lo cierto es que esas personas estaban esperando la reliquia del Dr. José Gregorio Hernández bajo canticos de alabanzas y oraciones.
En ese momento, más allá de la alegría o emoción de las personas, vi a varias con lágrimas en sus mejillas y esto lo recalco porque, de verdad fue algo que me pareció bastante conmovedor; es conmovedor ver que dentro de las personas aún quedan rastros de fe; rastros de agradecimiento, a pesar de las situaciones que les pueden afectar en su día a día.
La Colonia Tovar: Un paraíso perdido
Juan Carlos González, Representante de La Hacienda Las Marías
¿De dónde surge la idea de Hacienda Las Marías?
“Hacienda Las Marías es una vieja hacienda con tradición cafetalera con más de 100 años, esta y otras más eran las principales fuentes cafeteras, fortaleciendo a la Colonia Tovar hasta que apareció el petróleo. La familia de mi esposa le compró la hacienda al antiguo dueño y comenzamos a rehabilitarla poco a poco, reparando las máquinas, con la siembra de café, para luego apostar por el turismo en la zona porque sabemos que es un lugar muy lindo y con mucho potencial.”
¿Qué diferencia hay entre la hacienda Las María de antes con la de ahora?
“Hay muchas diferencias debido a que tuvimos que acoplar un entorno natural con el estilo de vida que busca un turista ecológico con este tipo de destino. Aquí no teníamos electricidad, las carreteras eran de barros, no tenemos internet, entonces la idea para nosotros es que vengan las personas que les gusta desconectarse y que le guste compartir.
Con estos espacios las familias vienen, se divierten, disfrutan de los espacios, de los ríos, de la piscina, pasean por los cafetales y de alguna manera se desconectan y se desintoxican del mundo tecnológico del que vienen.”
¿Quiénes hacen vida y trabajan en la hacienda Las Marías?
“Nosotros tenemos una familia que se dedica, tiene constancia y trabaja en el área de hostelería, cosa que es importante; ellos se quedan por la semana y se encargan de la hacienda durante esos días. La función mía es quedarme todo el fin de semana o hasta el martes, pero como tengo mi trabajo en Caracas tengo que ir hasta allá, pero no por mucho tiempo porque en seguida me quiero devolver para acá porque es donde somos felices y nos gusta estar.”
Entonces, ¿a pesar de su mentalidad de empresario usted apoya la idea de desconectarse del entorno?
“Realmente para nosotros estar aquí en plena naturaleza es lo que nos ayuda a desconectarnos. Cuando estamos aquí nos olvidamos de situaciones como la falta de gasolina, el covid y eso nos ayuda a estar tranquilos, a nuestra edad eso es lo que uno aspira.
También nos gusta apoyar a los caseríos que están aquí con eventos como la romería porque nuestra idea es reavivar estos caseríos que están un poco olvidados.”
¿Cómo fue la participación en la Romería?
“En principio la romería fue una idea que yo le expuse al Padre Jorge, porque estas zonas estaban poco evangelizadas debido a que la iglesia no viene mucho para estos lados por las circunstancias. Entonces le propuse que con la llegada de la reliquia podríamos hacer unas fiestas según nuestras tradiciones latinas, una romería, un evento en donde el pueblo pudiera participar, Aprovechando eso pensamos en bendecir el río Maya y así fue, poquito a poco fuimos ideando hasta que surgió lo de ayer, y de verdad quedamos sorprendidos porque no pensamos que hubiera tanta gente de fe. Además, nos permitió ver que sí hacen falta más eventos como estos, por eso ya estamos pensando en la próxima Semana Santa. Sin embargo, lo ideal es que estos eventos los organizaran ellos, por eso queremos enseñarles para que a futuro sean ellos quién se encarguen.”
¿Qué es la hacienda Las Marías en una palabra?
“Para mí y mi familia es el paraíso perdido de la Colonia Tovar. La colonia Tovar es muy linda, pero muchas personas desconocen estos espacios. También creemos que estos espacios por el mismo desconocimiento están siendo desaprovechados.”
Por Breth Maita